viernes, 8 de abril de 2011

Delicias de berenjena


¡Esta noche me ha salido una recetaca! Por fin, dirán algunos; ya era hora, dirán otros. Pero los que me conocen bien saben que no me gusta publicar aquí cualquier cosa que parezca buena pero luego no lo esté, así que aviados vamos.

Aviso a navegantes: esta receta no se puede considerar nada "light", ni de dieta, ni de cena, pero un día es un día y me he lanzado a la piscina.

Creo que me la he inventado yo, pero seguro que ya algún avispado la hizo antes, así que no me quiero adjudicar la autoría del todo.

A ver, déjate de rollos y cuéntanos de qué va. Vamos a necesitar:

- media berenjena grande o una pequeña (hay que tener en cuenta que este plato es un entrante, no puede considerarse plato único)
- mucha sal
- una pizca de leche
- un huevo
- pan rallado
- semillas de sésamo (aquí el toque "chic")
- miel (si tenemos alguna miel molona, se la ponemos, y si no, pues alguna tipo granja-san-francisco del súper)

Lo más rollo va a ser al principio, que hay que tener preparado un plato hondo con sal para que no se ennegrezca la berenjena una vez cortada. Yo la he hecho en tiritas, imitando un poco la presentación de un bar de por aquí (aunque ellos la fríen con harina y se quedan tan anchos).

La dejamos un ratito en la sal. Mientras, cascamos un huevo y lo mezclamos con un poquito de leche. Preparamos un plato hondo con pan rallado y otro con las semillas de sésamo. Se va calentando el aceite en la sartén. Abundante, sí, no queda otra.

Ahora le quitamos la sal a las berenjenas en un colador grande (de los de pasta)- cuidado, asegurarse de quitar TODA la sal, que si no la podemos fastidiar- y vamos pasándolas por los tres cuencos en este orden: huevo, pan, sésamo, y a la sartén.

Cuando estén doradicas, las sacamos y las ponemos en un plato grande con papel de cocina para que absorba el aceite sobrante. Yo también acabo poniendo papel por encima para imaginarme que le estoy quitando calorías a la receta, pero no es más que una ilusión. Por lo menos, que no queden aceitosas.

Por último, las servimos en un plato bonito y decoramos con la miel en dibujos curiosos. Queda algo tal que así (¡por fin una foto mía!):


Crujientitas por fuera y blanditas por dentro, con un toque dulce que recuerda a las torrijas de la abuela. Mmmm... a chuparse los dedos, ¡ea!


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